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¿Qué significa haber sido creado a imagen de Dios?

¿Qué significa haber sido creado a imagen de Dios?

Ser imagen de Dios y, por tanto, criatura espiritual, significa que el hombre está naturalmente abierto al Absoluto. Esto se traduce en el deseo de la unión con Dios que es su única perfección. Por eso, la imagen está en tensión hacia la semejanza con Dios, que expresa la posesión del fin prometido.

¿Quién nos revela la Palabra de Dios?

De modo que la autoría divino-humana de la Biblia se da en un contexto eclesial. En efecto, es la fe de la Iglesia la que reconoce en y a través de esta palabra humana a la Palabra de Dios. Esto tendrá repercusiones a la hora de interpretar la Escritura, como veremos más adelante.

¿Cuando Dios se manifiesta plenamente?

Dios se revela por la palabra Al hablar a los hombres en su revelación mediante la palabra, Dios manifiesta su interés y amor personal por cada uno y al mismo tiempo comunica «algo»: no nos dice sólo que se interesa por nosotros, sino también nos dice su mensaje, lo que quiere comunicarnos para nuestra salvación.

¿Quién manifiesta plenamente al hombre?

Cristo manifiesta plenamente el hobre al propio hombre (Gaudium et spes 22)» constituye una expresión bastante familiar por la difusión que Juan Pablo II ha hecho de ellas.

¿Cómo se transmite la revelación divina?

La Palabra reveladora de Dios convoca una comunidad, Iglesia, y es confiada a ella para su transmisión. Siempre que se recibe la Palabra, se produce (consuma) la revelación para ese individuo o comunidad. Se comunica, pues, al hombre la verdad y amor salvíficos, la vida eterna, la comunión con Dios.

¿Qué es la revelación divina?

En religión y teología, la revelación divina consiste en revelar, descubrir o hacer algo obvio a través de comunicación activa o pasiva con alguna entidad sobrenatural. A quien ha experimentado ese tipo de comunicación divina se le suele llamar profeta.

¿Quién guarda el depósito de la revelación divina?

​ Al mismo tiempo​ recuerda que es a la Iglesia a quien corresponde juzgar auténticamente el contenido de la palabra divina, y subraya la autoridad del Magisterio a ese respecto. Al Magisterio le corresponde conservar, guardar y declarar el depósito contenido en la Escritura y en la Tradición.